Cómo sanar heridas emocionales que traes desde la infancia
- Leonardo García
- 25 jun
- 1 Min. de lectura

Las experiencias que vivimos cuando éramos niños pueden marcar nuestra vida durante mucho tiempo. Sentirse rechazado, ignorado o inseguro deja marcas emocionales que, aunque no siempre sean visibles, influyen en cómo nos relacionamos con otros y con nosotros mismos.
Por ejemplo, un niño que no recibió suficiente atención o cariño puede sentirse invisible. Otros pudieron vivir peleas constantes en casa, problemas familiares, abuso emocional, sexual, físico, bullying o abandono.
Estas situaciones dejan huellas que afectan cómo nos vemos y cómo manejamos nuestras emociones. Algunas nos persiguen hasta la adultez y vejez.
Reconocer esas heridas es importante para que no sigan condicionando nuestra vida. Aceptar que nos afectaron no significa revivir el dolor, sino entenderlo para avanzar.

Buscar apoyo es fundamental. Hablar con alguien de confianza, como un amigo, familiar o profesional, puede ofrecer otra perspectiva y acompañar el proceso. Contar con alguien que escuche y entienda facilita aprender a manejar nuestras emociones.
Es clave tratarnos con respeto y paciencia. Muchas veces somos muy críticos con nosotros mismos por esas heridas, incluso nos culpamos a nosotros mismos por ellas, pero cambiar esa actitud mejora nuestro bienestar.
Sanar toma tiempo y cada persona lo vive a su manera. No se trata de resultados inmediatos, sino de construir poco a poco una relación más sana con nuestro pasado y con nosotros mismos.
Si el dolor emocional es muy fuerte o sientes que no puedes manejarlo solo, buscar ayuda profesional es esencial. Un psicólogo o terapeuta tiene las herramientas para acompañarte en un proceso seguro y efectivo. Pedir ayuda es una decisión valiente que puede marcar la diferencia.
コメント