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Hábitos que te hacen caer mal

  • Foto del escritor: Leonardo García
    Leonardo García
  • hace 3 días
  • 3 Min. de lectura
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No hace falta ser grosero para caerle mal a alguien. A veces, son los pequeños gestos, los que hacemos sin darnos cuenta, los que nos hacen insoportables.


Hablamos de gestos, palabras o hábitos que parecen normales, pero que con el tiempo desgastan nuestras relaciones y alejan a las personas con las que convivimos.


Estos son seis comportamientos comunes que pueden hacer que le caigamos más a la gente, aunque no haya mala intención detrás.


Interrumpes a los demás


Interrumpir a alguien puede parecer un impulso inofensivo: quizá te emocionas, crees que tienes algo útil que decir… pero hacerlo frecuentemente envía un mensaje claro: “lo que tú estás diciendo no importa tanto como lo que yo quiero decir”.


Según Verywell Mind, las personas que interrumpen suelen percibirse como impacientes, controladoras o egocéntricas.


Ignoras a la gente por ver el celular


Esto tiene nombre: phubbing (phone + snubbing = despreciar con el teléfono). Y sí, duele.


Time explica que incluso la presencia de un celular en la mesa puede afectar la calidad de una conversación. No necesitas decir nada: basta mirar la pantalla en medio de una plática para que el otro se sienta ignorado, excluido o menos importante.


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Quieres corregir a todos


Tal vez creciste creyendo que tener la razón es una forma de ayudar. Pero corregir constantemente, sobre todo en público, puede hacerte quedar como pedante, presumido o irritante.


Verywell Mind advierte que este comportamiento suele asociarse con actitudes de superioridad y poca empatía. Y aunque no lo hagas con mala intención, corregir cada error que escuchas puede hacer que los demás se sientan juzgados, pequeños, o simplemente hartos.


Solo hablas de ti


Si en cada conversación tú eres el tema central, los demás se cansan y se alejan. No es que nunca quieran saber sobre tu trabajo, tus dramas, tus logros o tus ex, pero hay que entender que, para los demás, no eres el centro del universo.


Expertos explican que el egocentrismo conversacional agota emocionalmente. Hablar sin parar de uno mismo, sin preguntar, sin escuchar, sin espacio para el otro es una forma de imponer tu mundo y cerrar el del otro.


Quieres mandar a la gente


No siempre se nota. A veces se disfraza de “te lo digo por tu bien” o “es que así debe hacerse”. Pero cuando tus palabras suenan a órdenes, cuando siempre quieres tener el control o imponer tu punto de vista, los demás lo sienten.


Aunque este hábito está menos documentado directamente, estudios sobre dominancia en la conversación muestran que controlar el ritmo o el contenido suele percibirse como una forma de poder. Y el poder, cuando no va acompañado de empatía, no construye: separa.


Hablas mal de todos


Criticar es fácil y a veces hasta se siente bien, no lo negamos. Pero cuando lo haces todo el tiempo, en especial cuando hablas mal de personas que no están, quienes te escuchan seguro que se preguntan: “¿hablará así de mí cuando no esté?”.


Las personas que se quejan constantemente generan rechazo. La negatividad constante desgasta, no construye. Y aunque tengas razón, si tu energía siempre va dirigida a destruir, la gente deja de confiar en ti.


Además, restas a la confianza que la gente tiene en ti, pues si demuestras ser alguien que "viborea" todo el tiempo de los demás, ya no te cuentan sus problemas ni secretos, tampoco te piden ayuda o consejos por miedo a que después los exhibas o te burles de ellos.


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