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¿Estas conmigo o con tu celular?

  • Foto del escritor: Leonardo García
    Leonardo García
  • hace 2 días
  • 2 Min. de lectura
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¿Te has puesto a pensar cuántas veces, sin darte cuenta, estás haciendo phubbing cuando alguien te habla? Puede ser tu pareja, un amigo, un familiar o incluso un compañero de trabajo.


Ese pequeño gesto, que parece inofensivo, tiene un efecto real: cuando ignoras a alguien para ver tu teléfono, aunque no lo hagas con mala intención, eso es el phubbing y con él estás creando una distancia que puede doler más de lo que imaginas.


A veces se piensa que solo será un segundo, una revisión rápida, pero esos segundos se van acumulando y, poco a poco, empiezan a romper la conexión con las personas que están frente a ti.


Quizá no se note, pero cuando alguien siente que estás más atento a la pantalla que a sus palabras, esa persona se siente invisible, menos importante, como si sus sentimientos y pensamientos no valieran la pena. Y aunque no haya intención, ese hábito de phubbing puede desgastar las relaciones, porque no solo es una cuestión de cortesía, es una cuestión de cuidar esos momentos que de verdad importan.


Pero no solo afecta a los demás. También afecta a quien está pegado al celular. Estar distraído con la pantalla mientras alguien comparte algo importante desconecta del presente.


Se pierde la posibilidad de disfrutar realmente, de sentir la emoción o la conexión que surge de una conversación sincera. La atención plena, ese estar en el momento, se pierde cuando la mirada se va hacia la pantalla. Eso puede terminar generando sentimientos de soledad, distracción o incluso estrés, sin que se comprenda bien por qué.


Además, esa reacción automática de revisar el celular cada vez que suena una notificación o vibra es algo que sí se puede controlar, aunque parezca difícil. Muchas veces se responde sin pensar al “bip”, al sonido o la vibración que llama, pero la decisión de cuándo mirar el teléfono y cuándo estar realmente presente con la persona que está enfrente está en las propias manos.


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Estudios demuestran que quienes logran poner límites al uso del celular en momentos importantes reportan sentirse más felices, menos ansiosos y con relaciones más profundas y satisfactorias.


No se trata solo de etiqueta o buena educación, sino de cuidar lo que de verdad importa: la conexión humana.


Por eso, la próxima vez que se sienta la tentación de sacar el celular mientras alguien habla, conviene detenerse un momento. Respirar profundo, mirar a los ojos y preguntarse qué es más valioso en ese instante: ¿la pantalla o esa persona?


Puede no ser fácil al principio, porque la tecnología está diseñada para atrapar la atención, pero hacer ese pequeño cambio puede transformar las relaciones y la forma en que se vive el presente.


Si se toma conciencia de esos momentos y se decide dar prioridad a las personas que están cerca, poco a poco esas distancias desaparecen y, en lugar de teléfonos y pantallas, lo que queda es presencia, atención y cariño.


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