¿Y si yo soy lo tóxico de mi relación?
- Leonardo García
- 11 jul
- 2 Min. de lectura

Muchas veces es más sencillo señalar lo que nos molesta o no nos gusta en nuestra pareja, pero pocas veces nos detenemos a preguntarnos si nosotros mismos estamos aportando problemas a esa relación.
A veces tomamos como chiste cuando alguien dice que su relación o una persona es tóxica, pero en México, casi 40% de las mujeres ha reportado haber sufrido violencia en su relación, según datos del ENDIREH 2021.
El amor romántico, al estar basado en una idea de posesión y exclusividad, puede conducir a conductas violentas que a menudo se confunden con muestras de un amor único e irrepetible, como los celos o señales de “interés” que terminan siendo acciones de control.
Es importante reconocer que estas dinámicas dañan profundamente la autoestima y la confianza, y que no es raro que las víctimas se culpen por los episodios de violencia, pensando que “lo provocaron” o que “se lo merecen”. Pero la verdad es que este ciclo no es normal ni saludable, y nadie merece vivirlo.
Sin embargo, cuando hablamos de relaciones tóxicas, solemos pensar solo en el comportamiento de la otra persona. Pero, ¿qué pasa si eres tú quien está generando esas tensiones y conflictos?
Como explica el psicólogo Mark Travers, “es común que adoptemos el papel de víctima como un mecanismo de defensa para evitar asumir la responsabilidad de nuestras acciones. Sin embargo, esta mentalidad nos puede llevar a estancarnos emocionalmente y a generar distancia con quienes nos rodean, ya que perpetuamos un ciclo donde no enfrentamos nuestros problemas y, en cambio, dejamos que las dificultades controlen nuestra vida.” Por eso, a veces podemos sentir que la culpa nunca es nuestra, y que las cosas siempre “nos pasan a nosotros”, pero esta postura puede alejarnos de quienes podrían apoyarnos.
La filósofa Claire Jack también señala que comportamientos tóxicos dentro de las relaciones, como la manipulación, la crítica constante, el control o los celos, muchas veces tienen detrás miedos profundos, como el miedo al abandono, la baja autoestima o la dificultad para expresar lo que realmente necesitamos. Ella explica que “la conciencia de estos patrones es el primer paso para generar un cambio positivo.” Esto quiere decir que reconocer cuándo estamos actuando de manera dañina es el inicio para mejorar no solo la relación, sino también nuestra propia vida.
Sabemos que crecer emocionalmente no es fácil, y que a veces es más cómodo culpar al otro. Pero la verdadera fuerza está en poder mirar hacia adentro con honestidad y darse cuenta de los propios errores.
Reconocer que podemos estar siendo la parte tóxica no es un señalamiento negativo, sino la oportunidad para empezar a cambiar. Es normal tener defectos o comportamientos dañinos en momentos difíciles, pero quedarse estancado en ellos solo limita nuestro crecimiento y la posibilidad de construir relaciones sanas.
Si te identificas con alguna de estas situaciones, lo más valioso que puedes hacer es buscar ayuda. Hablar con un profesional, como un psicólogo, puede darte herramientas para entender qué hay detrás de esos comportamientos y cómo modificar patrones que lastiman a los demás y a ti mismo. No es fácil, pero es posible.
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