No trates de "arreglar" a una persona
- Leonardo García

- 1 oct
- 2 Min. de lectura

Querer ayudar a alguien que queremos es natural, pero cuando esa ayuda se convierte en un intento por “arreglar” a la otra persona, la relación deja de ser un espacio de apoyo y se transforma en un lugar de control. Intentar moldear al otro a nuestra medida no es amor; sino una forma de fracturar lo que tienen.
Cuando se intenta cambiar a alguien, lo primero que se invade es su autonomía. Cada persona tiene derecho a decidir cómo vivir su vida, con sus buenas o malas decisiones, pero bajo la presión de “arreglarla”, esa libertad se diluye. La sensación de no poder decidir por sí mismo genera inseguridad y limita la capacidad de la persona para desarrollarse a su manera.
Esa dinámica también produce dependencia. Quien recibe la presión puede empezar a sentir que no puede avanzar sin la guía del otro, perdiendo confianza en sus propias decisiones.

Quien intenta “arreglar” se desespera porque los cambios no ocurren al ritmo esperado, mientras que quien recibe esa presión se siente juzgado e insuficiente. Esa tensión constante desgasta la relación, llenándola de discusiones, silencios incómodos y reproches, hasta que la conexión afectiva se vuelve pesada y dolorosa.
Intentar cambiar al otro también impide el crecimiento personal. Nadie florece bajo la sombra del control. El verdadero desarrollo nace de la decisión propia, del derecho a equivocarse, aprender y transformarse a su propio ritmo.
Este tipo de control confunde amor con poder. Amar no significa dirigir ni corregir; significa acompañar, respetar y aceptar al otro en su proceso.
Cuando se intenta moldear a la pareja, la relación se convierte en una lucha de voluntades en lugar de un espacio de apoyo mutuo.




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