Guardar secretos puede sentirse cool, hasta que pesa demasiado
- Leonardo García

- 25 sept
- 2 Min. de lectura

Todos tenemos secretos. Algunos son divertidos o emocionantes, como planear una sorpresa para un amigo. Otros nos hacen sentir mal, avergonzados o incluso culpables.
Guardar un secreto puede hacernos sentir confiables y cercanos a quienes nos cuentan algo, pero también puede convertirse en una carga que pesa en la mente.
Que alguien confíe en ti para contarte algo puede ser emocionante. Guardar un secreto positivo, como un embarazo, una propuesta o un regalo especial, puede llenarte de energía mientras esperas el momento de revelarlo. Ese tiempo de espera puede hacer que disfrutes más la emoción, incluso antes de compartirla.
Sin embargo, los secretos negativos, vergonzosos o que nos generan culpa son más difíciles de manejar. Muchas personas guardan varios secretos al mismo tiempo, algunos de los cuales nunca han contado a nadie. Estos pueden provocar ansiedad, estrés y sensación de soledad, porque la mente vuelve una y otra vez a ellos. Incluso guardar secretos de otros puede ser complicado, sobre todo cuando son temas fuertes.
No todos los secretos dañan de la misma manera. Algunos nos hacen sentir conectados con otros, confiables o capaces.
Por ejemplo, que alguien en la prepa te confíe un chisme que aún nadie sabe puede hacerte sentir emocionado. Pero si se trata de algo malo, como un crimen o un abuso, tus ánimos pueden bajar mientras más guardas el secreto.
Los secretos nos afectan porque solemos pensar mucho en ellos. Esto hace que se queden en la mente y nos causen estrés o malestar emocional. Además, nos distraen de nuestras actividades diarias y podrían afectar nuestro desempeño en la escuela o el trabajo.
Al final, guardar secretos es un equilibrio. Algunos nos llenan de alegría, otros nos
pesan y nos alejan de los demás. La clave es aprender a distinguirlos y encontrar la manera de llevarlos sin que nos agobien.




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